lunes, 27 de agosto de 2007

La Penetracion, el viento, el retorno al hogar.

Un viajero que atraviesa múltiples escenarios, un caminante que participa de diversos entornos en una danza donde por instantes se confunden el viajero y el paisaje.
El caminar constante, la duración de la travesía, la erosión del propio tiempo, la suavidad persistente de los pasos de los años han formado un gran acantilado de voces...

Como el loco, como el viajero que nunca está perdido porque no tiene nunca a donde ir, porque a donde el momento lo lleve es a donde va. Quizás si uno persistiera en la locura persistiría en el viaje, llegaría a la sabiduría. Justo en esa transgresión del interdicto, donde la cordura y la razón se encuentran y se repelen, donde se unen y se despegan, la locura nos desprende de la consciencia -¿O es gracias a ella que somos conscientes de la consciencia?

La locura, tanto como la razón, son participes de la conciencia. O más bien, La consciencia es participe de la razón y la locura. Lo más hermoso es que ambas opciones son tan falsas como verdaderas en la misma medida. Algo que es sumamente intrigante es la forma en la que el saber se vincula a la razón y a la locura. Si uno intenta sostener la veracidad de un delirio mediante principios lógicos se vera que el delirio es tan falso como cualquier mito al que se enlace la consisciencia. En cambio, si uno coteja la forma que adquiere una determinada construcción lógica con la forma de algun delirio bien estructurado, es garantía de que un cierto grado de verdad habita en el interior del discurso construido.

El espejo donde se logra mirar la propia consciencia es como el de Alicia, o como el de Tezcatlipoca, el espejo de obsidiana en donde Quetzalcoatl mira su imagen envejecida, agusanada, invadida por la entropía del universo. Ese momento de auto-consciencia transforma radicalmente la dinámica de Alicia, Quetzalcoatl y cada uno de nosotros. El espejo de la auto-conciencia, Tezcatlipoca aleja al sistema del equilibrio y lo conduce a un campo creativo de donde emergerán nuevas estructuras disipativas que perimtirán al individuo el no-encuentro con el sí mismo.

Una estructura que brota del caos, una nueva forma que nace de la mirada en el espejo. Me veo a mi mismo cuando te veo a tí, me veo a mi mismo cuando te conozco, me veo cuando en tí me veo. Ese acto de reflejarnos en el otro es el camino que hemos abandonado, el trinomia de yo el otro y lo que nace de la unión de los opuestos. Las imagenes de la qabalah lo deuestran, los mitos de origen gritan esa necesidad de verse a sí mismo a partir de un supuesto caos, que nos devuelve a un odenmás caotico (¿o coatlico?). La serpiente que se muerde la cola no es más que ese reencuentro de uno mismo acompañado de un ciclo al que nos vemos obligados a caminar, todos estamos en el mismo camino, sólo que lo vemos de forma distinta. La diferencia es la que nos da riqueza para encontrar la forma en que decoramos nuestro sendero. somos el polvo de estrellas que se está dando cuenta de su existencia, el universo que ha generado esa necsidad de saberse,de conocerse, de darse cuenta que existe.

En el espejo esta el otro que es uno mismo, y si se pretende conectar lo que se mira con aquel que ve a partir de la participcipacion en el mundo, en tanto consciencia, es un factir determinante en la manifestación de lo que toma forma en el mundo. La consciencia es parte de los principios dinamicos de la existencia. Nadie puede negar -sin negarse a si mismo el dereco de participar- que una de las fuerzas que configuran la interconección de los eventos temporales es el deseo, que se vincula con la vida conforme a un lazo pasional cifrado en las determinaciones que cada individuo manifiesta como su piedra alquimica. La alquimia es la expraccion de la luz del intarior de la materia. La sombra es oro puro, es nuestra propio inperfeccion la que se va sublimando lentamente, a pertir de la conbustión del azufre y el mercurio, en la integracón del self, con lo que el caracter se templa sin trascender por ello la especificidad de nuestras circunstancias.

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